Hoy hace 44 días que Amaya vio por primera vez este mundo, hoy es un día tan especial como los anteriores de mi vida, viendo que no soy capaz de recordar mi vida antes de mi hija. La razón de porqué he decidido escribir hoy es que he releído las nanas de la cebolla:
Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Necesitaba dejar constancia de la tristeza que me ha inundado al pensar en ese niño y esta niña.
Imagino lo que les importó a los magnates de este ¿pais? y del resto de paises la muerte de ese niño. Si se les preguntara, al final de sus días, en el asilo, seguro que dirían: ¿y entre qué guerras ocurrió?.
Quiero soñar que todo ha cambiado, que aquello ya solo es una pesadilla que nunca se repetirá.
Quiero pensar que la estupidez de los hombres desapareció al llegar a los cien millones de muertos.
Quiero sentir que la vida de mi hija no estará influenciada por políticos ciegos de poder ni de empresarios ciegos de riqueza.
Pero los niños siguen muriendo a diario en la parte de este planeta que no consideramos mundo.
Pero los que nos consideramos civilizados perdemos la humanidad cuando se nos provocan con un poco de inteligencia.
Pero seguimos siendo tan humanos y respirando el mismo aire de los que estuviaeron aquí hace miles de años y nos legaron lo que tenemos.
¿Volverá a ver un ataud blanco relleno con el jugo de la cebolla?
miércoles, 20 de mayo de 2009
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