Era sábado y no le había despertado el ruido en la terraza de al lado. Era posible que hoy tampoco pudiera jugar con su vecino, y ya iban dos. Se levantó y preguntó a su madre si sabía donde estaba José Luis, ella respondió que no. Si mamá no lo sabía, no lo sabría nadie en el mundo. Se pasó el fin de semana, fue divertido pero con él lo hubiera sido más.
Otra vez al colegio y a los paseos de ida y vuelta con su hermana, pero era como ir solo. Le faltaba algo. Un día se encontraron con la vecina, hablaban entre mayores y no quisieron contestar a su pregunta: “¿Dónde está José Luis?”. Por muy alto que preguntara seguía sin respuesta. únicamente consiguió un azote.
Pasaron las semanas y llegó otro sábado. Su mente infantil ya empezaba a pensar en otros juegos y experiencias. Tampoco hubo ruido en la terraza cuando se levantó. Desayunó y salió a jugar. Cuando acababa de sacar los juguetes oyó una voz conocida. Era él. Pero estaba cambiado. Estatura mediana como siempre, con los ojos grandes y azules que recordaba, esa sonrisa maliciosa que usaba cuando hacían travesuras juntos, seguía ahí, pero el pelo no. Era liso y con flequillo como siempre, pero estaba rapado de un lado, era eso lo diferente, claro.
Mientras llegaba a esa conclusión le tapó una sombra, era su amigo que ya estaba encima de la barandilla preparado para saltar al otro lado. Y todo esto mientras escuchaba un grito altísimo que hacía daño en los oídos. Era increíble lo alto que podían chillar los mayores y luego gritar a los pequeños sin coger aliento. Él no podía. La madre estaba echando una bronca terrible a los dos porque su hijo no podía hacer actividades con riesgo, tenía agujereado en cráneo y lo único que separaba el lóbulo frontal izquierdo del aire era la piel cosida. Si todo iba bien, en breve José Luis estaría de nuevo jugando con él como si tal cosa.
Fue un sábado muy especial, todo había sido perfecto. Aunque estaba triste, sabía que en breve su amigo no le iba a despertar haciendo ruido los días de fiesta. Le entró una duda terrible, podía pasarle como al yayo, que un día, cuando vino del colegio ya no estaba. Le dijeron que se había ido de viaje a buscar a la abuela y que era difícil que volviera. Entendía eso de no verle más porque en su larga vida nunca había visto a su yaya, y si el abuelo estaba con ella tampoco lo vería. Había cosas que no entendía: si estaban juntos en el cielo, ¿qué hacía Dios en medio?, ¿la abuela sería Dios?. ¿Y si eran felices por qué estaban tan todos tristes?.
Decidió que su amigo no se iba a ir con su abuela porque además no le conocía. Se le ocurrió una idea. Sus padres siempre le decían que lo único importante era Dios. Y se llegaba a él a base de sacrificio y actos sagrados. Iba ha hacer un sacrificio. Utilizaría la moneda de plata de pirata que su hermano le había regalado cuando le salió el un helado de los grandes y la iba a santificar. Y así lo hizo, ese domingo la llevó a misa y la levantó en la consagración como si fuera una hostia. El final del plan era meter la moneda en agua bendita. Se quería asegurar que surtiera efecto. Ese mismo día pasó para entregar el objeto santo a su amigo. Tuvo suerte porque así se pudo despedir. A la mañana siguiente tenía que ser hospitalizado de nuevo.
Han pasado semanas, meses y años. Ya no se despiertan haciendo ruidos, pero quedan todos los días en la calle; y bocadillo en mano hablan, juegan y empiezan a conocer al sexo contrario. Todo ha cambiado, han crecido y de aquel pequeño problema solo queda el recuerdo. Ya todo es diferente. Pero esta tarde tiene la esencia de aquella experiencia. Vuelve a haber separación y surge de nuevo el miedo de no volver a verse. A su padre lo destinan a otra ciudad lejos de sus travesuras. En la mano de José Luis aparece la perra húmeda, vuelve a él como ofrenda de despedida, algo que ahora sí se convierte en sagrado porque ha de significar cariño y eterno recuerdo. Un símbolo de despedida.
Han pasado muchos años. Ya está cansado de despedidas, aburrido de recordar. Ahora la vida dura 24 horas, y la felicidad se muestra en las cosas más pequeñas. Hoy, como suele pasar con estas cosas, un viejo objeto se ha cruzado en su camino de exploración en busca de una carga de pluma en el cajón. Es una moneda de plástico que estuvo recubierta de algo parecido al latón. Pasa unos segundos pensando que coño hace eso ahí, hasta que recuerda unos ojos grandes y sobre todo la sonrisa maliciosa que usaba cuando hacían travesuras.
miércoles, 21 de febrero de 2007
jueves, 15 de febrero de 2007
Carta y cuento a una madre
Hola P.:
Lo prometido es deuda. Te cuento, como me hiciste prometer, la conclusión a la que llegué ese día después de semanas de elucubración:
Todo empezó hace unas semanas cuando me puse a ver por novena vez Lucía y el sexo. Esa película tuvo un influjo muy especial en mi vida, igual que en su momento la tuvo El club de los poetas muertos. Esta última influyó en mi vida en la época en la que daba clase en una academia, después de verla intenté dar algo más que conocimientos a la gente que enseñaba, y sobre todo, ser diferente haciéndolo, ser divertido. Sé que a muchos les marqué, sacaron algo de mí. Es una buena recompensa.
Con Lucía y el sexo tuve un fallo y fue el no darme cuenta que era una película, que era irreal, que era puro cine: luz y color. Precioso pero intangible. Saqué cosas positivas como descubrir que hay gente que necesita escribir para mantenerse vivo, para ellos es tan necesario como respirar. Al fin me sentía cómodo, no estaba solo.
También que a veces una historia puede ayudar más que mil abrazos. Pero me llevó a pensar que la escritura es mágica, que la palabra podía mover masas (como pensaba Azaña) y me ha costado bastante tiempo darme cuenta de mi error. Ese fue mi fallo: La literatura no es mágica.
Es sorprendente el ambiente azul que envuelve la película, esa isla madre llena de secretos que es el refugio, la matriz de muchos de los protagonistas. Repleta de cantidad de cuentos que empiezan pero que no acaban, flotan por las secuencias buscando un final.
Y ahora me quedo con una secuencia. Un padre se posa con su hija (con algo bello que acaba de entrar en su vida y que le cuesta asumir como la llena completamente) en una playa de una isla azul llena de secretos, nuestra isla. Ese sitio matriz maternal que todos buscamos de una forma u otra toda nuestra vida. Y el padre empieza a contar una historia a su hija.
Yo me imagino una playa, un azul, una niña que mira con una expresión atónita en su alma todo lo que la rodea porque lo ve por primera vez, una mujer cabellos de viento enfurecido, de tornado. Las dos están nerviosas porque es la primera vez que se ven la una a la otra, la primera vez que ven una playa en ese azul intenso, la primera vez que se sienten, una siente madre cariño cercanía aprendizaje. La otra siente hija amor protección enseñanza.
La mujer de rizo rebelde y alma cariñosa empieza su historia. La historia que cada mujer, con ganas de enseñar, ha contado a cada niña con ganas de aprender desde que el mundo es mundo, para los humanos. En miles de lenguajes diferentes, cada una que lo cuenta usa palabras nuevas en cada ocasión. Cuando se vuelve a contar se cuenta de una forma y un contenido cambiante. Pero cada vez la esencia que se quiere enseñar es la misma. Y lo que se quiere aprender también. ¿A veces se puede decir lo mismo usando palabras, gestos y mensajes diferentes?. Esta vez sí. Nadie me ha contado de otras ocasiones. Puede que esta sea la única vez.
Y la mujer empezó a hablar. Decía: cuando mi madre me contaba un cuento siempre empezaba por "Érase una vez" pero yo no quiero empezar así, siempre que algo empieza así acaba como esperas, y yo no quiero que tú sepas como va a acabar esta historia, tu historia, nuestra historia. Prefiero que lo vayamos descubriendo juntas según te hablo. Al poco podremos andar juntas por la arena y sentir su fino tacto en nuestros pies. Con el tiempo tú me responderás, después tú me ayudarás e irás aclarando puntos que yo no pueda recordar o detallar, bastante más adelante tú me hablarás y yo escucharé. Y al final hablarás sola, un monólogo de palabras de recuerdo, cantándolas al azul, a la playa. Acabarás este cuento imaginando el final mientras sientes el tacto de la arena en tus pies, mientras sientes cómo yo te acaricio los pies. Mientras recuerdas que algún día tú serás también arena.
Así empieza mi cuento: Un día me posé en mi playa, un día te encontré y no estaba preparada para encontrarte. Deseaba tanto encontrarte como a la vida, pero no estaba preparada. Quería abrazarte, besarte, oírte reír, verte andar, escuchar como suenen las palabras cuando salen de tu boca, pero no estaba preparada. Soñaba con que un día, sentadas a solas, me contaras tus pensamientos, lo que te afligía, tus sueños y tus deseos. Esperaba que mi hombro te sirviera de refugio para llorar un amor perdido o un fracaso. Pero no estaba preparada. Después de mucho digerir mis temores, descubrí que nunca iba a estar más preparada que ese día, y únicamente porque ese día estaba delante de ti.
Es increíble lo que se puede llegar a gozar de la vida si eres capaz de vencer tus miedos. Creo que en el momento que te vi perdí todo rastro de temor y empezó a embargarme una felicidad tan completa que me hizo olvidar hasta el pecado original.
Cuando sabía que te iba a conocer me sentía extraña, nunca estarías más cerca de mí que entonces: durante nueve meses seríamos una, andaríamos juntas, comeríamos juntas y nuestros corazones se oirían el un a otro. Y aun con dudas, dolores y cansancios, siento una maravillosa felicidad nadando incansable en lo profundo de mí que me hace cosquillas en mi ser con cada brazada para que no me olvide que sigue allí. Ahora que te veo, esa felicidad ha saltado a la superficie y está abrazada a mi piel como la suave brisa del mar que te acaricia sin contacto.
Me gustaría contarte tantas cosas, me gustaría enseñarte tantos mundos mágicos y lugares secretos. ¿Sabes como se conocieron tus abuelos? Un día mi padre iba andando por la rambla y a una señora se le cayó el monedero, él caballero y educado acudió presto a rescatar el tesoro de la dama. Pero no fue tan presto porque antes deque sus dedos tocaran la bolsa de las monedas, su cabeza se topó con la de la dama. Fue un amor al primer coscorrón. Pero no te preocupes, tendremos tiempo, toda una vida, toda una vida. Al menos eso espero. ¿Sabes? A veces la vida no te deja alcanzar lo que te ha prometido y te hace correr detrás de ello hasta que desaparece, hasta que desapareces. Otras te rodea de almas llenas de mezquindad, que prefieren verte fracasar que triunfar ellos, y hasta puedes convertirte en una de ellas si te dejas llevar, si te dejas arrastrar y caer a un pozo que no tiene salida. Sólo espero que no te pase a ti y que podamos tener siempre esta sinfonía de palabras que acabamos de comenzar: varios instrumentos tocando juntos. Y, sobre todo, espero no darte razones para que te alejes, que todo lo que haga sea pensando en ti. Que siempre tenga una sonrisa y un abrazo guardados para dártelos en cuanto los necesites. Que te pueda guiar y ayudar, en vez de coartarte o no escucharte. Espero, en fin, ser merecedora de la cosa más maravillosa, más dura y de más responsabilidad que me ha pasado jamás.
Y que el día que vuelva a la tierra me vaya dejando un cuerpo alegre, con sonrisa de satisfacción, mirada de paz y piel suave de la cantidad de caricias de despedida hechas por mis seres queridos.
La madre tierra es lo único que permanece, somos parte de ella que ve nuestra vida como un suspiro. No nos ama ni nos llora porque no tiene sentimientos. Pero te aseguro que está viva. Parte de esa vida nos la regala a nosotros. Tiene dolor, sabe curarse, envejece y se transforma: está viva. Lo está porque lo estamos nosotros. La vida no debe asustarnos, ni la muerte, porque somos parte de algo donde también entran la vida y la muerte. Solo debemos preocuparnos de nosotros mismos, de lo que hacemos mientras tenemos permiso para ello. Lo que al final importa son tus conocimientos, tus vivencias y tus sentimientos.
Y ésto mi querida P. es mi conclusión: un cuento. Un cuento para una madre. Para una madre embarazada. Espero que te sirva y que el epílogo sea una noche, un cuarto y una madre que intenta hacer entender a una niña lo que hace tiempo alguien escribió para ellas.
Lo prometido es deuda. Te cuento, como me hiciste prometer, la conclusión a la que llegué ese día después de semanas de elucubración:
Todo empezó hace unas semanas cuando me puse a ver por novena vez Lucía y el sexo. Esa película tuvo un influjo muy especial en mi vida, igual que en su momento la tuvo El club de los poetas muertos. Esta última influyó en mi vida en la época en la que daba clase en una academia, después de verla intenté dar algo más que conocimientos a la gente que enseñaba, y sobre todo, ser diferente haciéndolo, ser divertido. Sé que a muchos les marqué, sacaron algo de mí. Es una buena recompensa.
Con Lucía y el sexo tuve un fallo y fue el no darme cuenta que era una película, que era irreal, que era puro cine: luz y color. Precioso pero intangible. Saqué cosas positivas como descubrir que hay gente que necesita escribir para mantenerse vivo, para ellos es tan necesario como respirar. Al fin me sentía cómodo, no estaba solo.
También que a veces una historia puede ayudar más que mil abrazos. Pero me llevó a pensar que la escritura es mágica, que la palabra podía mover masas (como pensaba Azaña) y me ha costado bastante tiempo darme cuenta de mi error. Ese fue mi fallo: La literatura no es mágica.
Es sorprendente el ambiente azul que envuelve la película, esa isla madre llena de secretos que es el refugio, la matriz de muchos de los protagonistas. Repleta de cantidad de cuentos que empiezan pero que no acaban, flotan por las secuencias buscando un final.
Y ahora me quedo con una secuencia. Un padre se posa con su hija (con algo bello que acaba de entrar en su vida y que le cuesta asumir como la llena completamente) en una playa de una isla azul llena de secretos, nuestra isla. Ese sitio matriz maternal que todos buscamos de una forma u otra toda nuestra vida. Y el padre empieza a contar una historia a su hija.
Yo me imagino una playa, un azul, una niña que mira con una expresión atónita en su alma todo lo que la rodea porque lo ve por primera vez, una mujer cabellos de viento enfurecido, de tornado. Las dos están nerviosas porque es la primera vez que se ven la una a la otra, la primera vez que ven una playa en ese azul intenso, la primera vez que se sienten, una siente madre cariño cercanía aprendizaje. La otra siente hija amor protección enseñanza.
La mujer de rizo rebelde y alma cariñosa empieza su historia. La historia que cada mujer, con ganas de enseñar, ha contado a cada niña con ganas de aprender desde que el mundo es mundo, para los humanos. En miles de lenguajes diferentes, cada una que lo cuenta usa palabras nuevas en cada ocasión. Cuando se vuelve a contar se cuenta de una forma y un contenido cambiante. Pero cada vez la esencia que se quiere enseñar es la misma. Y lo que se quiere aprender también. ¿A veces se puede decir lo mismo usando palabras, gestos y mensajes diferentes?. Esta vez sí. Nadie me ha contado de otras ocasiones. Puede que esta sea la única vez.
Y la mujer empezó a hablar. Decía: cuando mi madre me contaba un cuento siempre empezaba por "Érase una vez" pero yo no quiero empezar así, siempre que algo empieza así acaba como esperas, y yo no quiero que tú sepas como va a acabar esta historia, tu historia, nuestra historia. Prefiero que lo vayamos descubriendo juntas según te hablo. Al poco podremos andar juntas por la arena y sentir su fino tacto en nuestros pies. Con el tiempo tú me responderás, después tú me ayudarás e irás aclarando puntos que yo no pueda recordar o detallar, bastante más adelante tú me hablarás y yo escucharé. Y al final hablarás sola, un monólogo de palabras de recuerdo, cantándolas al azul, a la playa. Acabarás este cuento imaginando el final mientras sientes el tacto de la arena en tus pies, mientras sientes cómo yo te acaricio los pies. Mientras recuerdas que algún día tú serás también arena.
Así empieza mi cuento: Un día me posé en mi playa, un día te encontré y no estaba preparada para encontrarte. Deseaba tanto encontrarte como a la vida, pero no estaba preparada. Quería abrazarte, besarte, oírte reír, verte andar, escuchar como suenen las palabras cuando salen de tu boca, pero no estaba preparada. Soñaba con que un día, sentadas a solas, me contaras tus pensamientos, lo que te afligía, tus sueños y tus deseos. Esperaba que mi hombro te sirviera de refugio para llorar un amor perdido o un fracaso. Pero no estaba preparada. Después de mucho digerir mis temores, descubrí que nunca iba a estar más preparada que ese día, y únicamente porque ese día estaba delante de ti.
Es increíble lo que se puede llegar a gozar de la vida si eres capaz de vencer tus miedos. Creo que en el momento que te vi perdí todo rastro de temor y empezó a embargarme una felicidad tan completa que me hizo olvidar hasta el pecado original.
Cuando sabía que te iba a conocer me sentía extraña, nunca estarías más cerca de mí que entonces: durante nueve meses seríamos una, andaríamos juntas, comeríamos juntas y nuestros corazones se oirían el un a otro. Y aun con dudas, dolores y cansancios, siento una maravillosa felicidad nadando incansable en lo profundo de mí que me hace cosquillas en mi ser con cada brazada para que no me olvide que sigue allí. Ahora que te veo, esa felicidad ha saltado a la superficie y está abrazada a mi piel como la suave brisa del mar que te acaricia sin contacto.
Me gustaría contarte tantas cosas, me gustaría enseñarte tantos mundos mágicos y lugares secretos. ¿Sabes como se conocieron tus abuelos? Un día mi padre iba andando por la rambla y a una señora se le cayó el monedero, él caballero y educado acudió presto a rescatar el tesoro de la dama. Pero no fue tan presto porque antes deque sus dedos tocaran la bolsa de las monedas, su cabeza se topó con la de la dama. Fue un amor al primer coscorrón. Pero no te preocupes, tendremos tiempo, toda una vida, toda una vida. Al menos eso espero. ¿Sabes? A veces la vida no te deja alcanzar lo que te ha prometido y te hace correr detrás de ello hasta que desaparece, hasta que desapareces. Otras te rodea de almas llenas de mezquindad, que prefieren verte fracasar que triunfar ellos, y hasta puedes convertirte en una de ellas si te dejas llevar, si te dejas arrastrar y caer a un pozo que no tiene salida. Sólo espero que no te pase a ti y que podamos tener siempre esta sinfonía de palabras que acabamos de comenzar: varios instrumentos tocando juntos. Y, sobre todo, espero no darte razones para que te alejes, que todo lo que haga sea pensando en ti. Que siempre tenga una sonrisa y un abrazo guardados para dártelos en cuanto los necesites. Que te pueda guiar y ayudar, en vez de coartarte o no escucharte. Espero, en fin, ser merecedora de la cosa más maravillosa, más dura y de más responsabilidad que me ha pasado jamás.
Y que el día que vuelva a la tierra me vaya dejando un cuerpo alegre, con sonrisa de satisfacción, mirada de paz y piel suave de la cantidad de caricias de despedida hechas por mis seres queridos.
La madre tierra es lo único que permanece, somos parte de ella que ve nuestra vida como un suspiro. No nos ama ni nos llora porque no tiene sentimientos. Pero te aseguro que está viva. Parte de esa vida nos la regala a nosotros. Tiene dolor, sabe curarse, envejece y se transforma: está viva. Lo está porque lo estamos nosotros. La vida no debe asustarnos, ni la muerte, porque somos parte de algo donde también entran la vida y la muerte. Solo debemos preocuparnos de nosotros mismos, de lo que hacemos mientras tenemos permiso para ello. Lo que al final importa son tus conocimientos, tus vivencias y tus sentimientos.
Y ésto mi querida P. es mi conclusión: un cuento. Un cuento para una madre. Para una madre embarazada. Espero que te sirva y que el epílogo sea una noche, un cuarto y una madre que intenta hacer entender a una niña lo que hace tiempo alguien escribió para ellas.
Melpómene
¿Dónde estás maldita?. Te necesito.
Eres el aire de mi mente. El aliento de mi cerebro. Mi trabajo, mi conversación, mi vida.
Ya nada existe porque tú no lo reflejas.
El recuerdo, tu sensación.
Contigo era felicidad desbordada, Ying y Yang, un dique contra la tormenta, el príncipe del ingenio.
En fin, el constructor de lo imaginario.
Nunca creí que eso pudiera ser cierto hasta que te sentí.
Mi visión de tu cabello castaño, y tus ojos de fuego fue el final de nuestro contacto.
El espejo enfrente de mi escritorio te capturó.
No consigo escribir nada que tenga sentido.
Noches llenas de insomnio y desesperación, suelos cubiertos de papeles rotos.
Vuelve o muero.
Yo confié en ti. Ahora tú debes responder.
Si tocas el cielo, se cierra.
Eres el aire de mi mente. El aliento de mi cerebro. Mi trabajo, mi conversación, mi vida.
Ya nada existe porque tú no lo reflejas.
El recuerdo, tu sensación.
Contigo era felicidad desbordada, Ying y Yang, un dique contra la tormenta, el príncipe del ingenio.
En fin, el constructor de lo imaginario.
Nunca creí que eso pudiera ser cierto hasta que te sentí.
Mi visión de tu cabello castaño, y tus ojos de fuego fue el final de nuestro contacto.
El espejo enfrente de mi escritorio te capturó.
No consigo escribir nada que tenga sentido.
Noches llenas de insomnio y desesperación, suelos cubiertos de papeles rotos.
Vuelve o muero.
Yo confié en ti. Ahora tú debes responder.
Si tocas el cielo, se cierra.
¿Por qué me quieres?
Alegre tarde
de moribundo calor.
Ella me pregunta
mientras la luz
su joven cara abandona:
-¿Por qué me quieres?
Con blanca sorpresa
desnudo de ideas
no encuentro respuesta,
solo mi mente refleja
en mis labios
una respuesta
sentida:
- No lo sé.
Pregúntale al mar.
Pero tienes que ir a verle.
Y vete conmigo
Para que le susurre la respuesta.
Frente al mar,
una cara
con arrugas de vida
jugando con el agua,
le pregunta:
- ¿Por qué me quiso?
Y se oye un susurro.
Un susurro de olas.
(Esto lo escribí cuando estaba con mi última amiga. Un día estábamos en una terraza y me hizo esa pregunta. La prometí que si me recordaba esa frase la escribiría un poema. Al día siguiente recibí su correo)
de moribundo calor.
Ella me pregunta
mientras la luz
su joven cara abandona:
-¿Por qué me quieres?
Con blanca sorpresa
desnudo de ideas
no encuentro respuesta,
solo mi mente refleja
en mis labios
una respuesta
sentida:
- No lo sé.
Pregúntale al mar.
Pero tienes que ir a verle.
Y vete conmigo
Para que le susurre la respuesta.
Frente al mar,
una cara
con arrugas de vida
jugando con el agua,
le pregunta:
- ¿Por qué me quiso?
Y se oye un susurro.
Un susurro de olas.
(Esto lo escribí cuando estaba con mi última amiga. Un día estábamos en una terraza y me hizo esa pregunta. La prometí que si me recordaba esa frase la escribiría un poema. Al día siguiente recibí su correo)
Emana
Emana? mi agua, de mis ojos a tu centro.
Mar?, masa de olvido, germen de lágrima.
Azul?, Profundidad en movimiento, reflejo de lo irreal.
Marea?, origen de mi rumbo, final de mis anhelos.
Ola?, fuerza desatada, caricia que ahoga.
Tú?, el mar de mis horas, el azul de mis deseos,
la marea que me arrastra, la ola que me envuelve.
(Habla de lo de siempre: de amor. Y de la necesidad de otro para comunicarse y sentirse vivo. Ahora lee la primera letra mayúscula de cada frase de abajo a arriba)
Mar?, masa de olvido, germen de lágrima.
Azul?, Profundidad en movimiento, reflejo de lo irreal.
Marea?, origen de mi rumbo, final de mis anhelos.
Ola?, fuerza desatada, caricia que ahoga.
Tú?, el mar de mis horas, el azul de mis deseos,
la marea que me arrastra, la ola que me envuelve.
(Habla de lo de siempre: de amor. Y de la necesidad de otro para comunicarse y sentirse vivo. Ahora lee la primera letra mayúscula de cada frase de abajo a arriba)
Sentido de búsqueda
De mareas y tormentas
entiende el mar.
De brisas y vientos
entiende el aire.
De calor e incendios
entiende el fuego.
De fruto y sequía
entiende la tierra.
De amor y odio
entiende el hombre.
El alma al hombre define.
Única, insustituible.
Si un hombre de odio no entiende.
Si un alma de amor no goza.
¿Se es hombre, se es alma?.
(Esto lo escribí al llegar a Madrid, hace 8 años)
entiende el mar.
De brisas y vientos
entiende el aire.
De calor e incendios
entiende el fuego.
De fruto y sequía
entiende la tierra.
De amor y odio
entiende el hombre.
El alma al hombre define.
Única, insustituible.
Si un hombre de odio no entiende.
Si un alma de amor no goza.
¿Se es hombre, se es alma?.
(Esto lo escribí al llegar a Madrid, hace 8 años)
Ojalá la música sanase
Ojalá la música sanase
y yo fuera un trovador
que al acercarme a él,
con un poco de amor,
ahogara su mal
para hacerle bien.
Pero yo no sé de melodías,
ni de sé de instrumentos,
ni de leyes ni de pueblos,
tampoco de sentimientos.
Solo sé de mí mismo,
solo sé de lo que siento.
Sé porque aprendo,
aprendo porque veo,
veo porque vivo,
vivo porque siento.
Pero si veo, siento
y tan horrible es el mundo
que me nubla el pensamiento.
Por eso no sé si vivo,
por eso yo siempre pienso
que todo llega al olvido,
si la amistad ha muerto.
(El siguiente poema lo escribí un poco antes de que mi mejor amigo muriese de cáncer , 24 años)
y yo fuera un trovador
que al acercarme a él,
con un poco de amor,
ahogara su mal
para hacerle bien.
Pero yo no sé de melodías,
ni de sé de instrumentos,
ni de leyes ni de pueblos,
tampoco de sentimientos.
Solo sé de mí mismo,
solo sé de lo que siento.
Sé porque aprendo,
aprendo porque veo,
veo porque vivo,
vivo porque siento.
Pero si veo, siento
y tan horrible es el mundo
que me nubla el pensamiento.
Por eso no sé si vivo,
por eso yo siempre pienso
que todo llega al olvido,
si la amistad ha muerto.
(El siguiente poema lo escribí un poco antes de que mi mejor amigo muriese de cáncer , 24 años)
Claustrofobia
Por qué no se puede expresar
lo que se lleva dentro?.
Por qué hay que aguantar
Este mundo viejo?.
Quiero salir,
gritar, perseguir.
Romper estos muros,
buscar la libertad.
Enseñar a todos los viejosQue existe otra paz
(Estas líneas las escribí cuando tenía problemas familiares 16 años)
lo que se lleva dentro?.
Por qué hay que aguantar
Este mundo viejo?.
Quiero salir,
gritar, perseguir.
Romper estos muros,
buscar la libertad.
Enseñar a todos los viejosQue existe otra paz
(Estas líneas las escribí cuando tenía problemas familiares 16 años)
Dentro de mí
Vivir solo,
amanecer despierto.
Soñar de día,
estar de noche muerto.
Repito en mi mente
ese futuro incierto.
Refleja mi frente
un mundo desierto.
Larga agonía
para este infierno.
(Estas líneas las escribí cuando tenía problemas familiares, 16 años)
amanecer despierto.
Soñar de día,
estar de noche muerto.
Repito en mi mente
ese futuro incierto.
Refleja mi frente
un mundo desierto.
Larga agonía
para este infierno.
(Estas líneas las escribí cuando tenía problemas familiares, 16 años)
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